Desde que se tienen registros de procedimientos para mejorar las
condiciones de la estructura del pavimento, el diseño y control de la
compactación de las capas constituyentes se fundamenta en la resistencia
estructural del suelo (E, CBR, etc.). (Badillo y Rico, 1992).
Sin embargo, en la práctica actual, la calidad
requerida del suelo compactado se fija generalmente en términos del peso
específico seco máximo, admitiendo que la resistencia del suelo compactado
depende únicamente del peso específico, por ello el concepto común de los
constructores: “a mayor densidad, mayor resistencia”, desplazando el objetivo
básico de la compactación en subbase. Ya en 1957, Hveem hizo notar esta
tendencia, advirtiendo que la mayoría de
los ingenieros se interesaban únicamente en controlar el peso específico seco
como tal y descuidando la atención a lo verdaderamente importante; la
resistencia estructural del suelo compactado.
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